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voy a intentar apalabrarme cada día menos sílabas letras necesariamente una pérdida más para volverme donde sólo ha de caber el hálito un único inequívoco origen de esta travesía puedo partir hoy partirme sin
v u e l t a s tengo ganas puedo p a r t i r hoy serenamente
.
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h o y e s ,
m i é r c o l e s
Llovía mucho y llegué con el sobretodo empapado, toqué el
timbre, nadie atendió. Cuando estuve a punto de retirarme escuché una voz desde
el fondo de la casa.
-Adelante, está abierto -dijo Malena.
Entré y dejé el abrigo en el perchero de la entrada, la
bufanda y los guantes. Caminé hasta la cocina. Desde la ventana la vi regando
las plantas en el medio del patio bajo aquel chaparrón, con sus botas de
lluvia, el desavillé descolorido. El balde era de metal, tan pesado que llegaba
a doblarla.
Malena es delgada, su palidez es casi transparente, su voz
es muy suave, apagada, y tiene unas ojeras increíblemente violetas.
Me observó unos segundos desde el patio, sonreía mientras
la lluvia la inundaba. Entró tranquilamente a la cocina por la puerta de atrás.
-Hola Mauricio, Esteban no está, hoy va a llegar tarde,
¿querés esperarlo?
Llenó la pava, sacó dos tazas y el té de hebras.
-No si esperarlo pero acepto un té -dije, y prendí un cigarrillo.
Acercó un cenicero a la mesa.
-El único que hay en la casa, Esteban dejó de fumar hace un
mes, igual dejé uno para las visitas.
Agachó la cabeza, se miró las botas, el desavillé y
acarició su rostro con lentitud.
-Todos los miércoles tengo que regar las plantas y hoy es
miércoles ¿no Mauricio?
-Sí -le dije- hoy es miércoles.
La pava comenzó a bullir. Me levanté y la saqué de la
hornalla.
-Andá a cambiarte la ropa mojada Malena, te vas a enfermar.
Yo preparo el té.
-¡Qué maravilloso día! ¿no Mauricio? -gritó desde el baño
-ojalá no pare por un mes, es lo único que deseo, las plantas lo necesitan.
Igualmente yo tengo que regarlas todos los miércoles llueva o no.
Preparé el té y los serví en las tazas blancas y
limpísimas, los llevé a la mesa. Miré a través de la ventana, las nubes cubrían
todo el cielo. Prendí otro cigarrillo y me senté.
Malena salió del baño con una toalla en la cabeza y una
bata amarilla, estaba descalza, sus pies eran pequeños y blancos como las
tazas.
-¿Esteban fue a Pergamino? –pregunté mientras la veía
entrar en la habitación –anteayer me dijo que tendría que viajar.
-Sí –contestó –Hoy es miércoles ¿no Mauricio? –dijo al
volver a la cocina. Se había puesto un suéter rosado y una pollera que le
llegaba a las rodillas, seguía descalza, tomó su taza y miró a través de la
ventana. Sus tobillos eran tan angostos que podría cerrar mis manos al
tomárselos.
-Mauricio –susurró manteniendo la mirada en la lluvia que
seguía cayendo -¿vos crees que durará un mes más?
-Cómo podría saber eso Malena –contesté mientras tomaba el
té.
-Digo que si se me concede el deseo de llover un mes mas
sería feliz como las plantas ¿entendés?
-Sí, entiendo, quizá como viene es posible Malena, es
posible.
Se dio la vuelta, sorbió un poco de té. Sus dedos finos y
largos rodeaban la taza. Noté que las uñas estaban muy cortas, arrancadas por
los dientes.
La miré y me sentí a la orilla de un océano sin nombre. Afuera aún estaba oscuro y se oía la lluvia rebotar en
los charcos del patio.
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